A falta de unas horas de la tan manida huelga general del 29-S, un montón de dudas inundan mi cabeza respecto a esta convocatoria de protesta. He recurrido al Diccionario de la RAE en busca de la palabra obligación, y doy fe de que no la he encontrado en ninguna de sus 5 acepciones. O lo que es lo mismo: la huelga es un derecho de todo trabajador, el cual tiene en su mano la decisión de seguirla o no, y ese es el punto que al parecer no entienden nuestros depauperados sindicatos.
Han tardado muchos meses en dar un puñetazo en la mesa, no sin antes lanzar su ira contra empresarios y oposición en el mes de diciembre, y cuando no les ha quedado más remedio que morder la mano de quien les da de comer, convocan una huelga general a tres meses vista, después del verano, no sea que, como muy bien dice Chelo en el fantástico blog Im-Perfectas, les pille de vacaciones.
Los sondeos prevén que esta huelga no la va a seguir ni el tato, apenas un 9% de los trabajadores estaban por la labor de seguirla hace un par de semanas, y es por eso que han comenzado con un par de días de antelación sus famosos piquetes "informativos", y como por lo visto no saben expresarse muy bien de palabra, se han dedicado a embadurnar escaparates con pegatinas como la que muestra la foto, o en comercios más grandes, carteles encolados tamaño A2.
Y es que esta huelga es más bien un sondeo a nivel nacional del apoyo con el que cuentan unos sindicatos que llevan años viviendo del cuento, que no defienden a los trabajadores sino sus propios intereses, y que cuando no les ha quedado más remedio que salir a la calle (por muchísimo menos se la liaron a Aznar hace años), lo hacen mal y a destiempo. Y mucho me temo que mañana haya más que palabras en muchos centros de trabajo. Tanto UGT como CCOO van a medir el éxito de la convocatoria teniendo en cuenta el porcentaje de empresas paradas, y como la gran mayoría de los trabajadores de este país, a pesar de estar en contra de las medidas del gobierno en política laboral y económica, no van a secundarla, se verán obligados a utilizar la fuerza y el amedrantamiento para lograr sus objetivos.
Tengo una cosa muy clara: mañana no va a haber ganadores. Todos vamos a salir perdiendo. Los trabajadores, porque nuestra precaria situación no va a variar, los sindicatos, porque se van a sentir más lejos que nunca de aquellos a los que supuestamente defienden, el gobierno porque va a mostrar las miserias de este país a medio mundo, y el país en sí porque seguiremos en caida libre, con la tasa más alta de paro del primer mundo.
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