Hoy han comenzado las fiestas de San Mateo en Logroño, y lo han hecho, como siempre, con el tradicional chupinazo desde el balcón del Ayuntamiento. Este es un acto que a lo largo de los años ha sufrido diferentes etapas. Yo recuerdo cuando era más joven, con 16 o 17 añitos, que acudíamos a la plaza con nuestras botellas de "Rondel" o de "Duvois", por aquellos años los cavas (entonces champanes) más baratos del Simply (entonces Sabeco), que descorchábamos a la par que el concejal de turno pegaba fuego al cohete anunciador de las fiestas. Y todo era risas, todo era alegría, todos nos regábamos, todos saltábamos, todos acudíamos minutos después detrás de las peñas a lo viejo a comenzar las fiestas con un buen vermú torero.
Y no había malos rollos, y si los había eran casi siempre superficiales. Durante 30 minutos antes de las 12 y 15 minutos después, la plaza era una fiesta. Pero la cosa cambió con el paso de los años, y a la gente le dió por sustituir el champán por otro tipo de proyectiles más baratos y accesibles, pero mucho mas guarros. Seguía habiendo burbujas, pero procedían de botellas de plástico de gaseosa, y se mezclaban con harina, huevos, mostaza, ketchup...una puñetera guarrada que obligaba, o bien a ir bien cubierto de un chubasquero a la plaza, o bien a mantenerte lo suficientemente alejado para que no te pringaran. Árdua labor, ya que era casi imposible no cruzarte con algún cerdo embadurnado de todos los componentes culinarios antes citados.
La cosa degeneró tanto que las críticas de los ciudadanos eran cada vez mayores, hasta que la actual corporación municipal decidió hace unos años cerrar el grifo y promover primero, e imponer después, lo que denominaron cohete limpio. Los accesos a la plaza estarían vigilados y nadie podría entrar con nada que pudiera ser considerado arma arrojadiza, con la única excepción de las botas de vino. ¿Qué ocurrió? Pues que la gente seguía echándose toda esa mezcla insalubre por encima, pero en este caso en los alrededores de la plaza, mientras las familias con niños, los más jóvenes y los jubilados se hacían con el meollo del recinto.
Hoy, por primera vez en muchos años, he vivido el cohete a escasos metros del balcón municipal. Me ha chocado tremendamente que hemos podido avanzar sin empujones, sin agobios, hasta el centro mismo de la plaza. Todo era limpieza, demasiada limpieza, todo era tranquilidad, demasiada tranquilidad...Se escuchaba perfectamente la megafonía, todo el mundo en la plaza, en los instantes previos, coreaba la actuación del inevitable Makoki. Y en eso que dan las 12 del mediodía, llega el momento del cohete, y la gente parecía que en vez de estar asistiendo al inicio de una semana de juerga y desenfereno, estaba pendiente de un lanzamiento de un penalty que nos diera el mundial. La foto que veis arriba está tomada justo en el instante del encendido del mismo por parte del concejal Vicente Urquía. No está trucada. Podría con el Photoshop sustituir la fachada del ayuntamiento por un altar en plena misa de difuntos y la imagen no llamaría la atención.
Y después del cohete....la nada. ¿Dónde estaban las peñas? O mi sentido auditivo está empezando a fallar, o diría que no estaban, al menos no como otros años, que empezaban sus charangas a tocar desde el segundo 1 de las fiestas. La gente comentaba sin problemas de bullicio la situación, caminaba sin empujones por la plaza, no hacía falta hablar a gritos...todo muy blanco, todo muy limpio, todo muy sano, pero...
Creo que habría que llegar a un término medio. La emoción que yo sentía en este acto hace años se ha diluido por completo, y dan ganas para años posteriores saltárselo e ir directamente al vermut, que no habrá tantos empujones en las barras de los bares y siempre pillarás hueco en las terrazas. Lo malo es que no veo la solución...¿permitir sólo la entrada de cava? Políticamente incorrecto, los menores no podrían hacer nada. ¿Permitir de nuevo harina y ketchup? No, gracias.
No se....¿alguna sugerencia?
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