jueves, 21 de abril de 2011

El control sin potencia no sirve de nada

Fútbol es fútbol. La mítica frase de perogrullo de Vujadin Boskov es una verdad como un templo, y se demostró anoche en Mestalla. Un equipo salió a jugar al fútbol, el otro a ganar el partido. Y la balanza se inclinó hacia el lado efectivo, en detrimento del efectista.

Hoy me tengo que quitar el sombrero ante Mourinho. Demostró fehacientemente que salir a no perder puede ser tan resolutivo como hacerlo a ganar. Dejó, como es su costumbre, el balón al contrario, y presionó la línea de flotación del Barcelona para que su juego no fuera cómodo, e hizo que la primera parte fuera un quiero y no puedo por parte del equipo culé. Contó además con la persimividad de un árbitro muy condicionado por toda la retahila de comentarios vertidos desde esa máquina de crear conflictos que es el entrenador portugués, haciendo la vista gorda a sendos alevosos pisotones de Pepe a Messi y de Arbeloa a Villa, pasando por alto también el zarandeo posterior del sevillano ese que no sabe mantener una copa en sus manos, acabando destrozada debajo del autobús.

Pero el equipo de Guardiola tenía que contar con eso. El desgaste de los merengues en la primera mitad se notó en la continuación, cuando el Barça encontró más espacios, moviendo la pelota casi a placer, pero sin crear apenas ocasión alguna de peligro. Sin embargo, el Madrid, con su juego vertical, puso en apuros la portería de Pinto en más de una ocasión. Pedrito está lejos de su mejor momento, Villa lleva tres semanas missing, Xavi e Iniesta no consiguieron imponer su ritmo, mientras que Messi apenas apareció a lo largo del encuentro.

Al final pasó lo que tenía que pasar: una contra, tres pases medidos y un golazo de Cristiano Ronaldo. Un Madrid cada día más parecido a aquel Inter más aburrido que matar un cerdo a besos que el año pasado ganó la Champions se llevó el primer título de le era Mou. Quizás Guardiola debería plantearse para los dos clásicos que quedan regalarle la pelota al Madrid y jugar con sus mismas armas: autobús, patapum p'arriba y a esperar que se abra la hucha. Pero ya no sería el Barça de Pep.

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