El líder de su propia secta ha hipnotizado a una gran parte de la afición merengue, la cual ya no sabe diferenciar entre el bien y el mal. Está bien lo que el gran gurú dice, está mal todo lo demás. Los Mourinhianos ya no van al Bernabeu a ver un partido de fútbol, van a ver a su líder. Y si su líder se enfada, ellos también. Aunque no tenga razón. Y si hace una gracieta, todos le ríen, y si mete la pata, todos le perdonan, ya que les ha prometido un hueco en la nave que les llevará a la décima Copa de Europa, esa ilusa ilusión de la central lechera mediática, por la cual, si hay que pisar cabezas o meter el dedo en el ojo a los rivales, estará bien visto en aras del engrandecimiento del ego del portugués, y, en un aspecto secundario, que las empleadas de la limpieza de la sala de trofeos madridista tengan otra orejuda a la que quitar el polvo.
Algunos madridistas le han visto las orejas al lobo y reniegan de los métodos del líder, pero una gran mayoría actuarían con él como Belén Esteban por su hija. Gente de todas las edades, niños, jóvenes, adultos y ancianos (éstos en menor medida) se sienten abducidos por su gurú, que nunca tiene culpa de nada de lo que pasa, y que induce a sus acólitos a pensar que todo el mundo está en contra de ellos, que todo es una conjura para evitar que el Real Madrid domine el mundo. Y para lograr el objetivo, todo vale. Recordemos en este punto una estrofa del himno del club:
Enemigo en la contienda,
cuando pierde da la mano
sin envidias ni rencores,
como bueno y fiel hermano.
Todo eso se acabó. Cuando pierde, ya no da la mano, sino que se esconde en su vestuario. Cuando pierde, la culpa siempre la tienen otros. Cuando pierde, es Villar, o la FIFA, o la UEFA, o el Santo Padre el culpable. Ahora ya todo son envidias y rencores, llegando a abducir a tipos tan en otro tiempo sensatos como Iker Casillas, el cual cada vez que últimamente abre la boca se mea fuera del tiesto. Ha conseguido que jugadores de una misma selección, de la vigente campeona del mundo, tengan roces contínuos y se tiren los trastos a la cabeza los unos a los otros. Ha conseguido que gente tan discreta como el capitán del Barça, Xavi, pierda los papeles y declare y reconozca públicamente lo que muchos sentimos, que la actitud del Madrid es patética.
El Real Madrid tiene un serio problema. Un cáncer en forma de entrenador portugués se ha colado en su organismo, y está poco a poco devorando el club. Y, como no actúe la directiva rápidamente, todo va a ir a peor, y es probable que se convierta en un enfermo terminal. No puede permitir, por respeto a su afición, que una lacra así acabe con la historia y el reconocimiento que tiene un club centenario. Y, de momento, la directiva calla, luego otorga. Y cuando la noticia después de la final de una Supercopa no es el triunfo de uno de los dos equipos, sino que en entrenador de uno de ellos le ha metido el dedo en el ojo al segundo del rival, lo ha ninguneado en rueda de prensa y ha hecho ademán de pisar la cabeza de un jugador tendido en el suelo después de una entrada criminal de uno de sus secuaces, es que algo no funciona.
Por el bien del madridismo, por el bien del fútbol español, por el sentido común, Mourinho fuera del Madrid.
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