Alguien tenía que ser el primero en estallar, y esta ha sido el entrenador del Sporting de Gijón, Manolo Preciado. Y es que no se puede consentir que un payaso portugués metido a entrenador acuse libremente a un profesional como Preciado, y por extensión a un histórico club de fútbol de regalar un partido al Barcelona porque no sacó al campo los que el luso considera titulares. Desde luego, si sus pretensiones son las de que todo el mundo menos los aficionados del madrid se acuerden de su madre cada vez que le ven el careto por la tele lo está consiguiendo. Y con creces.
Hasta ahora todo el mundo se había mordido la lengua, incluso Guardiola, al que semana sí, semana también, le lanza alguna puya. Pero claro, el acusar de falta de profesionalidad a un colega es algo como para lanzarse al cuello, y es lo que hizo Preciado. Y al hombre le han llovido las críticas por entrar al trapo, incluso panfletos deportivos han puesto en duda su buen hacer, y todo esto me repugna.
Le llamó canalla, y desde luego no se puede estar más acertado en una definición, encajando perfectamente en la tercera entrada del Diccionario de la Real Academia que dice: persona despreciable y de malos procederes. Porque alguien que se mete con la honestidad de un colega sin pruebas no merece aprecio alguno. ¿Qué cojones haría él si entrenara al Sporting? Y de malos procederes...esa es una constante en el traductor de Robson.
Afortunadamente otros colegas de profesión como Pochettino y Lotina han salido en defensa del entrenador del Sporting y debería ser la propia Liga Profesional la que le parase los pies al incendiario portugués de los cojones. Gente como esa sobran en el fútbol español y mundial. Y total, para seguir ganando partidos aburriendo soberanamente a su público, aunque estos jamás lo reconocerán.
Los payasos, al circo.
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