viernes, 22 de julio de 2011

Una etapa como las de antes

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una etapa del Tour de Francia. Y es que hacía tiempo que no se veía una batalla desde el principio hasta el final, cada corredor haciendo la batalla por su cuenta, atacando casi de salida, en el primero de los tres grandes puestos de la jornada, el Telegraphe, y todo gracias al empuje de ese gran ciclista que es Alberto Contador.

Prácticamente sin opciones para la clasificación final, optó por intentar una gesta que recordaba a las de antaño, cuando los ciclistas eran más especialistas, y tenían que ganar en la montaña lo que luego perderían en las contrarreloj. Como cuando el gran Perico Delgado arrancaba con toda su alma en las rampas de cualquier puerto de los Alpes y dejaba a todos con una facilidad pasmosa. Hoy no había equipos, había corredores. Salvo el equipo del hasta hoy líder, Thomas Voeckler, que contaba con varios hombres entre los interminables grupos que se formaron, y que cometieron el error de que su jefe de filas de desgastara en solitario en persecución de los favoritos durante muchos kilómetros, el resto fue una lucha entre primeros espadas, que al final ha acabado con la victoria de un secundario, del más listo de la clase.

Han habido muchos años de monotonía en la carrera. Desde la desesperante (para los rivales) calidad de Miguel Induráin, pasando por el poderío de Lance Armstrong siempre rodeado de un equipo de gregarios de lujo, hasta las últimas ediciones, marcadas por la sombra del dopaje. Hoy se ha visto por fin la lucha del que no tiene nada que perder, contra unos rivales que, a pesar de no distanciarse en ningún momento demasiado del campeón español, no las tenían todas consigo. Con un Samuel Sánchez que ha demostrado ser uno de los corredores más inteligentes del pelotón internacional, consciente de sus carencias y sus virtudes, ha sabido exprimirlas al máximo, quedándose a un paso de una victoria que se ha llevado un corredor que ha sido mucho más listo, chupando rueda toda la subida para luego dar la estocada en los últimos kilómetros.

Se va a romper la racha de cinco ediciones consecutivas escuchando (o al menos intentándolo) el himno español en los Campos Elíseos, pero no importa. Además, les damos un respiro a los pobres franceses, que tienen que estar de nosotros, deportivamente hablando, hasta los cojones.

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