
Cuando no tienes con qué comparar, cualquier cosa que te dicen te parece normal. Y allí fui yo, a primera hora de la mañana de un tórrido día del mes de agosto, a que me diagnosticaran. Llegué, abrí la boca, la dentista (que poco después supe que había sido jugadora de uno de mis equipos cuando era entrenador de baloncesto, y que no me reconoció...y yo a ella tampoco) me miró por espacio de 30 segundos la piñata, me hizo una radiografía, y el resultado fue: TODO FUERA. Así, por las bravas. La verdad es que iba preparado para que nada me sorprendiera, pero un diagnóstico tan tajante....
Bueno...al menos estoy en una clínica de todo a cien en la que, por lo menos, mi bolsillo no se iba a ver demasiado afectado. Paso a su despacho, y espero a que me elaboren un presupuesto...y, a falta de uno, me encuentro con dos: el barato y el caro. Dependiendo del tipo de implantes que me quisiera poner, el precio oscilaba entre 18.000 y 22.000 euros. Por si no suena demasiado contundente, lo diré en pesetas: entre 3.000.000 y 3.600.000 pelas. Y yo esperando un...que no, que es broma!! que, por supuesto, no se produjo.
(continuará)
madre mía, ¿y no se te recolocaron todos los dientes del tirón? por el susto, digo...
ResponderEliminarEs alucinante. Y encima te expones a ponerte en manos de dentistas recién salidos de la facultad que cobran cuatro duros, y que les da igual si te quedas o te vas. Qué gran decisión tomé no quedándome allí...
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