sábado, 17 de abril de 2010

El barbero, esa especie en extinción...

Esta mañana he salido a dar el rutinario paseo sabatino, mi única concesión al ejercicio físico semanal. Normalmente, ando sin rumbo fijo por la ciudad, durante una hora u hora y media, sin un trayecto premeditado. Llevaba ya bastante rato en ello, cuando he pasado por delante de la típica peluquería de caballeros de barrio, esas que antaño se denominaban barberías, a las que de pequeños nos llevaban nuestros progenitores. No había ningún cliente en ese momento, y su propietario, un señor mayor al borde de la jubilación, leía apacíblemente el periódico en uno de los sillones...(por cierto...porqué la inmensa mayoría de establecimientos de este tipo tienen dos sillones si sólo las atiende una persona?)

He pasado de largo, pero inconscientemente me he llevado la mano a la cabeza, comprobando la largura de mi cabello. Y me he quedado parado en la esquina, pensando en que en breve necesitaría un corte de pelo...y se me ha cruzado el cable, he vuelto sobre mis pasos y he entrado a probar. Tengo la gran ventaja de que ligo exactamente lo mismo con el pelo corto, largo o rapado, es decir, nada, por lo que tampoco tenía demasado que perder. Además, la velocidad de crecimiento de mi cabello supera la media, por lo que, a una mala, iban a ser un par de semanas medianamente acomplejado...

Tras el saludo de rigor, me ha invitado a sentarme en uno de los sillones. Hasta hoy, llevaba varios meses yendo a una peluquería unisex regentada por una chavalita joven, en la cual me dejaba aconsejar, y mi primera idea al sentir la capa alrededor de mi cuello iba a ser decirle lo mismo: déjamelo como mejor te parezca. Afortunadamente, antes de abrir la boca se me ha adelantdo el buen hombre...

-¿Cómo lo cortamos? (ese plural mayestático habitual en los barberos...) ¿Al 0,5?

¡Ni siquiera sabía que existía esa medida! Un cálculo mental rápido me ha dado como respuesta que, si al uno el pelo queda a 3 mm., al 0,5 era casi afeitarme la cabeza! Y en ese momento me han surgido las dudas, habitualmente me lo corto al dos por los laterales y la nuca, pero la oferta era tan a la baja....y así, balbuceando, le he dicho que igual era mucho, que al uno estaría bien. Sin mediar palabra, ha agarrado la máquina y ha empezado a pelar, preguntándome tras la primera pasada de que era eso lo que quería...había apurado hasta la altura donde me hago la raya cuando me crece el pelo! A buenas horas le iba a decir que lo quería más largo...

El tipo ha estado meticuloso en su corte, no ha entrado nadie en el momento al establecimiento, por lo que se lo ha tomado con calma. Cuando ha terminado con toda la parte de atrás, me ha preguntado por el resto...y claro está, para que no pareciera que me lo habían cortado con un tazón, le he pedido que lo cortara en progresión, pero ya con tijera.

El resultado final....pues debo decir que no me ha disgustado, una vez que me he acostumbrado a que casi se me vean las pocas ideas que tengo por las sienes, y la sensación al salir de allí era la misma que si hubiera practicado un deporte de riesgo. Pero bueno, casi prefiero esto que las típicas chavalitas recién salidas de la academia en peluquerías de corte a 5 €, las cuales también probé en su día y salí escaldado.

Por cierto, si me lees, Nuria, mi peluquera de los últimos meses...no te preocupes, el mes que viene volveré a que me lo cortes tú....;)

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