Hace unas semanas, el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, hizo pública la concesión de la insignia de oro del club a Vicente del Bosque, junto a Rafa Nadal y Placido Domingo. Más de un año después de que el gran entrenador y figura emblemática del madrid de los años 70 ganara para nuestro país el mayor de los trofeos, el Campeonato del Mundo, y después de que infinidad de asociaciones, ayuntamientos y demás hubieran homenajeado ya al bueno de Don Vicente, el que paga la nómina a Mourinho se vió forzado a claudicar y agasajar a una persona que siempre ha tenido atravesada, presionada por su entorno.
Pero, como pasa últimamente mucho en la casa blanca, las cosas se hicieron tarde y mal. Tarde porque no es de recibo esperar 15 meses, en los que el equipo ha disputado 19 partidos de liga en su estadio, para reconocer el mérito del seleccionador nacional. Y mal, porque, en vez de hacerlo como Dios manda, es decir, en los prolegómenos de un partido atractivo de liga, con 90.000 almas para aclamarle, no sólo esconde el acto en un escenario para poco más de 1.000 personas, sino que además le hace compartir méritos con Rafa Nadal, cuyo mayor mérito es.....ser aficionado del club, y con Plácido Domingo, que dejó para la posteridad un aburrido himno en el centenario de la institución.
Pero hete aquí que Don Vicente, sintiéndose menospreciado por la entidad, vino a decir, en palabras mucho más acordes con su caballerosidad y su sensatez, que se metieran el pin por donde les cupiese, que el no iba a ir a recoger nada. Y es que perdona, pero no olvida. Florentino, que llegó al cargo de presidente en el verano de 2000, se vio obligado a mantenerle en el cargo de entrenador que ostentaba, ya que acababa de conseguir para sus vitrinas la octava Copa de Europa, y no era cuestión de enfurecer a las masas.
Durante las tres temporadas que se mantuvo al frente del equipo, ganó una nueva Champions, una Intercontinental, dos Ligas y una Supercopa, balance que, como nos recuerda uno de los pocos periodistas sensatos del diario Marca, Santiago Segurola, no se ha vuelto ni siquiera a vislumbrar desde su salida del club merengue. Sorprendentemente, nada más ganar la liga de 2003 fue cesado, algo inédito en la historia de este deporte.
La escusa oficial fue que el fútbol de Don Vicente era antiguo y aburrido, a pesar de que la caverna mediática merengue nos ha querido vender la moto de que fue una cuestión económica, intentando en vano hacerle pasar por pesetero. Craso error. Tras su salida, el club, en los periodos de mandato del Sr. Pérez, ha ganado dos títulos menores (una Supercopa y una Copa del Rey), y de un tiempo a esta parte ha cambiado su actitud con sus entrenadores. Ya no se los merienda con patatas, como le pasó a Queiroz y a Pellegrini, sino que ofrece todos los galones a un señor portugués que siempre se pregunta ¿por qué?, y en el que ha invertido 96 millones de euros, pisoteando a otro emblema madridista como Valdano, y que en año y medio ha respondido dándole al club una mísera Copa del Rey ganada de aquella manera.
Me parece muy bien y muy coherente la postura de Don Vicente. Cuando lo fácil hubiera sido agachar la cabeza y agradecer a la entidad el detalle, ha preferido responder con un soberano corte de mangas. Eso sí, a su estilo, con buenas palabras y sin levantar la voz. Todo un caballero.
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