Con el nuevo año ha llegado a nuestro país una nueva ley por la cual no se puede fumar en ningún espacio público cerrado, ya sean bares, restaurantes o discotecas, ni en determinados espacios al aire libre, como cercanías de hospitales, patios de colegios, etc. La mal llamada ley antitabaco es en realidad una ley antifumadores, ya que ataca directamente contra este colectivo, al que se nos ha colgado directamente el cartel de apestados.
Un hostelero, cuyo local vale un dinero, y que paga religiosamente sus impuestos, ya no puede decidir si en
SU local se permite fumar o no. Es curioso que puede tener reservado el derecho de admisión mientras que en
SU propiedad sus clientes no puedan realizar una actividad que de puertas afuera no es delito, pero dentro puede costar hasta 600.000 euros de multa. Eso sí, puede vender tranquilamente el
arma del crimen en paquetes de a 20 en máquinas expendedoras dentro del establecimiento.
Lo peor de todo esto es que se está creando una auténtica persecución contra aquellos que tenemos el insano vicio de fumar, con
campañas alentando a presentar denuncias contra todo aquel
delincuente que ose saltarse a la torera la ley, poniendo en el punto de mira incluso a quien se encienda un cigarrillo en el
parking al aire libre de un hospital.
Hoy, tomando el vermut, una señora dentro del bar, se quejaba, con la voz lo suficientemente alta para que los 6 clientes que estábamos en el bar lo oyéramos, del hecho de que la camarera saliera a fumarse un cigarrillo a la puerta del local. Y no es que se saltara el capítulo de Barrio Sésamo en el cual se explicaba la diferencia entre "dentro" y "fuera", no. Su interpretación de la ley distaba mucho de la realidad, ya que ha continuado asegurando que
no se podía fumar a menos de 150 metros de un colegio (sic). Si esa señora tiene un poquito más de mala leche y un teléfono a mano, no hubiera dudado en llamar a la policía para denunciar a la pobre camarera que estaba helada de frío dando cuatro caladas a un cigarro que ha tenido que interrumpir por la llegada de un cliente. Y lo malo es que este caso seguramente ya se habrá dado en algún otro bar de ete país.
El tabaco es malo. El tabaco mata. En eso estamos todos de acuerdo. Entonces...¿porqué el gobierno no ataca a la raiz del problema? ¿Porqué no prohibe el tabaco? La respuesta es clara y contundente: si yo me fumo un paquete de cigarrillos al día, aporto 1200 euros a las arcas del estado anualmente en concepto de impuestos directos. El Estado ha recibido en los últimos 10 años
71.510 millones de euros en este concepto. Cerca de 12
billones de las antiguas pesetas. Acabar con el tabaco supondría tener que subir el resto de impuestos para equilibrar la balanza, y eso no es muy popular.
Es mucho más fácil atacar al sector más débil, a aquellos que cometimos en su día la torpeza de dar una primera calada y ahora estamos enganchados a la nicotina y a la cantidad de mierdas adictivas que las tabaqueras incorporan impunemente a sus productos, a las cuales por cierto tampoco hay gobierno que les meta mano.
Veremos como paga todo esto un sector ya de por sí maltratado como es el de la hostelería. En el Pais Vasco ya
se están movilizando, y en Marbella ya hay un caso de
insumisión. Acabaremos a hostias, ya verás...