viernes, 16 de septiembre de 2011

De cómo destrozar una serie mítica

El mayor error que puedes cometer al enfrentarte a realizar un remake de una serie mítica está en quedarte entre dos aguas. O bien calcas el original, lo cual es absurdo y a todas luces imposible, o bien le das un giro de 180º y te la llevas a tu terreno, haciendo que la copia sólo esparza un leve tufillo al original, pero acometiendo el proyecto desde cero. Y ese ha sido el principal motivo por el cual la adaptación de Cheers a otro concepto espacio-tiempo que ha hecho Telecinco, intentando extrapolar el Boston de 1980 al Madrid de 2011, el humor, la sarna y la ironía de sus protagonistas originales a la patochada costumbrista española, se ha convertido en el mayor ultraje a un mito en mucho tiempo.

La adaptación, por llamarla de alguna manera, no hay por donde cogerla. Ya para comenzar nos encontramos a Dani Martín destrozando la canción inicial, convirtiendo una melodía entrañable en un despropósito vomitivo, con una traducción cuando menos patética. Podemos seguir con la iluminación. ¿Porqué coño las series españolas están sobreiluminadas? La atmósfera que se creaba en el original pub irlandés, con sombras, con penumbra, con ambiente, en la patochada made in Spain se convierte en una mañana soleada de verano dentro de un sótano, algo absurdo.

Pero si sólo fuera eso....los guiones del Cheers original estaban basados en la ironía, en los juegos de palabras, en la confrontación entre caracteres diferentes dentro del intramundo del bebedor solitario. En la versión española todo eso desaparece: humor facilón, chistes a destiempo, personajes esteriotipados y fuera de lugar....un auténtico despropósito. Los guionistas aseguran, juran y perjuran que se han leído y estudiado los guiones de los 273 capítulos de la serie norteamericana, y que han tratado de adaptar los gags, las situaciones cómicas y absurdas a la actualidad. Y les ha salido rana. Pero el resultado es tan pobre, tan patético, tan lamentable, que dudo mucho que hayan pasado de revisar media docena de capítulos de la serie original.

Y, por supuesto, los actores. Que un personaje como Sam Malone (Nico Arnedo en la versión española) se lo ofrezcan a un soseras Alberto San Juan no es de recibo. Y no tiene él la culpa, desde luego, es imposible intentar imprimir un carácter irónico, mujeriego y melancólico si los guinistas se olvidan de lo primero y lo tercero.

Lo de Pepón Nieto es disculpable, ya que ha sido víctima, una vez más, de los guionistas. Cualquier parecido del mítico Nooooooorrrm con Blaaaaaaaasss es mera coincidencia. La acidez y el desparpajo de George Wendt choca de frente con la ingenuidad del bueno de Pepón, que en ocasiones parece el gemelo del cartero Cliff. Pero es que lo de Resines no tiene nombre. ¿A qué mente preclara se le ha ocurrido ofrecerle semejante papel al patriarca de Los Serrano? ¿Alguien me puede decir qué tiene que ver la socarronería, el saber estar, la paranoia y la mordacidad de Frasier Craine con el balbuceo constante de Félix Simón? Resines hace de Resines, por mucho que a él le joda reconocerlo.

Repasar uno a uno el resto de personajes sería una invitación a un chute de Alka-Seltzer. El problema es que mucha de la audiencia potencial (no nos olvidemos que la emite Telecinco) o bien eran muy jóvenes para recordar el original, o bien tragan con lo que les echen con tal de no cambiar de canal, no sea que interrumpan un capítulo porque Belén Esteban se ha tirado a Jorge Javier Vázquez. Y como tenga un poquito de éxito (el primer episodio tuvo un 16% de share lo cual es más que aceptable en estos tiempos de TDT) pronto nos veremos con la versión spanish de Colombo interpretada por Jesús Bonilla, o la del Coche Fantástico con José Coronado haciendo de Maikel Nait, o lo que es peor, Falcon Crest con Mario Casas como Lorenzo Lamas y Loles León como Angela Channing.

Miedo me da sólo de pensarlo....

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