miércoles, 11 de enero de 2012

La FIBA, un organismo cavernario

Para que a nadie se le olvide, estamos en pleno siglo XXI. Lo digo por el hecho que quiero comentar hoy, más propio de la época de las cavernas que de la era de las telecomunicaciones. Y es que la FIBA, la Federación Internacional de Baloncesto, ha impuesto desde esta temporada que los equipos femeninos que disputan la Euroliga vistan prendas ceñidas al cuerpo, nada de calzones holgados y camisetas dos tallas más grandes. En concreto:

*Camisetas y calzones que sigan los contornos corporales
*Calzones con un máximo de 2 centímetros entre los mismos y la piel
*Una espacio mínimo 10 centímetros por encima de la rodilla


Como todo el mundo sabe, la gente va al baloncesto femenino a ver tetas y culos, da igual si juegan mejor o peor: lo que importa es la carne. Y, ya puestos, podrían ir un poquito más allá, y obligar a las jugadoras a vestir con tanga y camiseta recortada que permita ver el ombligo. Y a los deportistas masculinos, directamente sin camiseta, con slip fardapaquete y con su dorsal y nombre tatuados en la espalda...

Al parecer, los vetustos dirigentes de la FIBA están convencidos de que el baloncesto femenino en sí no da espectáculo, por lo que hay que buscarlo en otras partes. Ya pasó en su día con los orangutanes que rigen los designios del voleibol, que obligó a los equipos femeninos a jugar completamente embutidos en un traje 6 tallas más pequeño del correspondiente. Y mucho ojo, que otro carcaman que vive del cuento en esto de los organismos deportivos, Joseph Blatter, a la sazón mandamás del fútbol mundial, ya se le ha pasado por la cabeza hacer lo mismo con el fútbol.

Lo que no acabo de entender es cómo no ha habido una protesta generalizada por parte de los clubes, si es que tan intimidados están por la FIBA, o es que no hay la unión necesaria para elevar una protesta conjunta. Afortunadamente quedan casos como la que está considerada mejor jugadora del mundo en la actualidad, Diana Taurasi, que se ha negado en redondo a hacerles el juego a los mandamases, y continúa jugando con ropa holgada. Eso sí, cada partido que juega acarrea multa, que se duplica cada vez que se reincide. La primera fue de 500 euros, pero con el paso de los partidos asciende ya a...¡511.500 euros!

Está claro que, mientras carcamales como los actuales dirigentes de la FIBA puedan seguir imponiendo sus deseos más lascivos, el deporte femenino seguirá en un segundo plano, ya que no nos lo quieren vender como tal, sino más bien como un espectáculo erótico-festivo. Si quieren ver cuerpos embutidos en trajes ceñidos, que hagan submarinismo, o, mejor aún, que vayan a un burdel. Eso sí, con su propio dinero.

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