Desde aquella vez que casi te nos fuiste, vivía en una completa intranquilidad. Por primera vez, me planteé el tener que vivir sin tu presencia, fue muy duro verte en la UCI y que los médicos me dijeran que me preparara para lo peor. ¿Quién coño puede prepararse para eso? Pero saliste adelante, con un par. Encontraron a tiempo el bicho que te provocó aquella infección, y que te hizo ver tan cerca al de la guadaña que tuve que bromear contigo cuando me preguntaste, antes de entrar en intensivos, si te ibas a morir...por primera vez vi el miedo en tu cara.
En el fondo, todos tus hijos sabíamos que entrábamos en una espiral que intuíamos no iba a tener un final feliz. No mucho tiempo después fue un tumor el que te volvió a poner entre la espada y la pared, pero nuevamente saliste adelante. Tu cadera no aguantó más, tras una larga vida de trabajo y deporte, y tuviste que someterte a otra cirugía de la cual volviste a salir airosa...pero seguías cansándote. Y eso me preocupó. Una mujer tan vital, no era capaz de dar cuatro pasos sin tener que tomarse un respiro. Jamás entendí que tu médico privado del corazón, ese al que le soltabas 300 pavos cada vez que ibas, no te diera una explicación a tal hecho, ni siquiera digo un remedio...una explicación...
Pero nuevamente saliste adelante. Pero cada vez flojeabas más. Sacarte de casa era casi una misión imposible. No me costó convencerte para que te hicieras con una silla de ruedas eléctrica. Reconozco que tenía yo más dudas que tú! Sabía de tus habilidades con el Candy Crush, pero...manejar un joystick para que te llevara por la calle a 6 km/h? Recuerdo con cariño las primeras veces, cuando me pedías que te acompañara, porque no te sentías segura. Jamás te reproché que me atropellaras el pie en varias ocasiones 😄 y todavía lloro de la risa aquel jueves que me llamaste a carcajada limpia para decirme que te habías empotrado contra un árbol y que un hombre que pasaba por allí te había ayudado...yo muerto de miedo y tú de la risa....
Y, pasadas las Navidades de 2018, llegó la primera de las tres llamadas de teléfono que nadie quiere recibir..."nos ha llamado su madre porque se le ha hinchado su cara, y hemos mandado una ambulancia a su casa"...El servicio de teleasistencia que contrataste hizo que mi corazón empezara a latir con ansiedad...era mediodía, y no fue hasta pasada la medianoche cuando decidieron ingresarte. Urgencias es así. Para bien que esto ocurría, ya no había hinchazón, y, al parecer, todo tenía que ver con un fallo del riñón debido a una pastilla que vete a saber si dejaste de tomar....qué más da. En dos días estabas para darte el alta, cuando pasó lo de la rodilla, que hizo que no te pudieras mover...nuevo susto, extracción de líquido y en un día todo mejoró. Pero...
Era domingo, estaba en mi cama, durmiendo, cuando de repente sonó el teléfono. Ocho de la mañana. La segunda de las llamadas que nadie quiere recibir..."hemos enviado una ambulancia a casa de su madre, nos ha llamado quejándose, que no ha podido dormir en toda la noche..." Acudí raudo antes de que te llevaran, y en ese momento tuve la primera mala premonición...cuando vi cómo te sacaron para llevarte a la ambulancia, me vino a la cabeza la misma escena, 29 años atrás, cuando al regresar de fiestas de Ezcaray una tarde de agosto vi a mi padre abandonar su casa, la tuya, la mía, por última vez....
Pocas horas más tarde ya estabas mucho mejor, pidiendo que te llevaran a planta en la casi inhóspita zona de prehospitalización, abierta por culpa de la gripe y la saturación de urgencias...A la mañana siguiente nada podía hacernos pensar que estábamos disfrutando de nuestros últimos días contigo. Había un problema renal, pero no parecía importante..."mis riñones es lo único que siempre me ha funcionado de maravilla" nos repetías de vez en cuando. El martes me preocupé cuando, al guasapear a mi hermana para ver qué tal, me dijo que "igual". Acostumbrado al "está mejor" aquello sonó mal. "Mamá no orina, y le han tenido que poner una sonda". Aquello me preocupó mucho más. Fui por la tarde a verte, y no me gustó ver la bolsa de la sonda casi vacía...te noté triste, pero lúcida. Un escalofrío recorrió mi cuerpo en un momento dado. No pensé lo peor, pero no estaba tranquilo. Hablamos, todo parecía normal, salvo por el tono de tu voz. Me levanté y, mirando por la ventana, al anochecer, distinguí el pueblo de Villamediana en el horizonte. No esperaba que te levantaras, pero lo hiciste. Te apoyaste en la ventana y, durante unos cortos pero maravillosos minutos, disfrutamos del ocaso en silencio. Te di un beso al despedirme, y nada más cruzar la puerta, comencé a llorar...
Eran poco más de las 7 y media de la mañana del miércoles, cuando recibí la tercera de las llamadas que nadie quiere recibir. el corazón me latía a mil por hora, sabiendo de antemano lo que iba a escuchar..."buenos días, familiar de Esther Abad? Tengo que darle una mala noticia..." La peor de las noticias. La que nunca quisieras escuchar...
Ha pasado mes y medio ya de aquello, y no hay día que no te llore.Obvio es que cada día es más llevadero, pero el dolor es casi infinito. Mira que nunca hemos sido una familia cariñosa, pero aún y así echo de menos tu presencia, te sigo sintiendo cerca, pero se que ya no te volveré a ver. Y eso duele. Duele mucho.