Resulta curioso comprobar la mala memoria que tenemos. Hasta hace bien poquito, no más de dos o tres años, no reparábamos en gastos a la hora de enviar cientos de SMS a 15 céntimos cada uno, o MMS a 60, incluso a bastante más en sus orígenes. A nadie parecía importar el coste de los mensajes de texto vía móvil, dándose casos como en nochevieja, que entre todos engordábamos las arcas de las compañías de telefonía en unos cuantos millones de euros salidos sin pena de nuestro bolsillo. Pero hete aquí que aparecieron los smartphones, los teléfonos inteligentes, y con ellos su infinidad de aplicaciones, muchas de ellas gratuitas.
Y entre todas ellas, la panacea, el sumum, la octava maravilla, una que permitía no sólo enviar texto por la cara, sino también imágenes, vídeos, clips de sonido, admitía hacer grupos de chat.....en poco tiempo era impensable un teléfono sin WhatsApp instalado. De golpe y porrazo, nuestras facturas de teléfono adelgazaron de forma considerable, las recargas se ralentizaron en el tiempo, mientras Timofónica y sus compinches se llevaban las manos a la cabeza viendo como se les escurría entre sus dedos su principal fuente de ingresos. De repente, todo dios mandaba mensajes a todas horas con total impunidad, compartía fotos, vídeos....las chorradas y las cadenas que antes se mandaban por e-mail, ahora pasaban al sistema de mensajería gratuita para desazón de los que odiamos las chorradas que hay que enviar 15 veces si no queremos ser fulminados por un rayo y que se nos caiga el pelo a mechones.
De pronto, nos vimos inmersos en la cultura del "todo gratis", barra libre per tutti, pago io. Apenas unos cuantos nos planteábamos de dónde sacaría beneficios una empresa como Whatsapp, fundada en 2009, si ofrecía su producto gratis para una gran mayoría de la gente (los iPhoneros asumieron desde el principio el coste de la aplicación sin rechistar). Y, de repente, cuando la compañía tiene el terreno más que sembrado, con decenas de millones de usuarios en todo el mundo, se le ocurre la perversa idea de cobrarnos por sus servicios. Y no. Eso sí que no. Nos la pela que nos cobren 8 euros por un gintonic, o 1,50 por un café, pero....pagar 85 céntimos de euro al año por algo que ha sido gratis? Jamás!!! Si era gratis, se siente. Yo no pago. Hasta ahí podíamos llegar! Atomapoculo! Me cambio a Line o como se llame esa versión manga que hay nueva y es gratis.
Y claro, como nuestra memoria es, ante todo, selectiva, nos olvidamos del servicio que nos ha ofrecido hasta el duro momento de rascarse el bolsillo, nos da igual la ingente cantidad de pasta que nos hemos ahorrado gracias a la ahora denostada aplicación. Conozco gente que, desde que tiene la aplicación, ha enviado más de 35.000 mensajes! Multiplica por 0,15 € y luego me cuentas.... Echa, echa un vistazo a lo que has usado tú el Whatsapp hasta ahora. ¿No sabes cómo? entra en la aplicación, vete a "Configuración", luego a "Info de cuenta" y luego a "Uso de red". Y alucina pepinillos. Seguro que te quedas a cuadros.
En fin, que yo pagaré religiosamente cuando acabe mi periodo by the face, y espero que mis amigos hagan lo mismo. 89 céntimos a mí no me sacan de pobre.
lunes, 18 de marzo de 2013
domingo, 17 de marzo de 2013
Kultura jeneral
Estos días atrás, quien más quien menos se ha llevado las manos a la cabeza tras enterarse de la noticia de que algunos opositores al Cuerpo de Maestros de Madrid habán cometido errores que serían considerados garrafales hasta para un niño de Primaria, hasta el punto de plantearse cambiar el baremo por el que se rigen dichas pruebas para que el nivel de conocimientos prime sobre la experiencia docente.
Y es que hemos llegado al nivel que muchos temíamos años atrás, cuando comprobábamos horrorizados como personas de generaciones posteriores a la nuestra carecían de la más mínima base en eso que se ha venido a denominar cultura general, es decir, el tener un conocimiento básico de las diferentes materias, de los diferentes campos y aspectos de la vida cotidiana que nos permitan entablar una conversación sin que nos saquen los colores. Esas generaciones han crecido, y ahora se presentan con total impunidad a las pruebas de acceso al cuerpo de maestros, lo cual sólo puede desembocar en un retroceso constante del conocimiento por parte de las generaciones venideras, hasta llegar al caos más absoluto.
Los ejemplos son de todos conocidos, ya que han sido aireados por la prensa nacional, pero no está de más recordar alguno de ellos. La mitad de los opositores desconocía los significados de los adjetivos basta y vasta y del verbo bastar. Uno de cada cuatro fue incapaz de acertar el diámetro de una circunferencia de radio 1 cm. Más del 98% fueron incapaces de enumerar las provincias que atravieran los ríos Ebro, Duero o Guadalquivir. Hubo quien incluso los hizo discurrir por Madriz (con z), quien aseguró que Soria era una comunidad autónoma o que Ciudad Real y Albacete eran provincias que formaban parte de Andalucía. Para otros, la gallina es un mamífero, escrúpulo es la salida del sol o el gavilán es un viajero (sic).
Estoy de acuerdo con que los métodos que se utilizaban en los colegios hace unas décadas no eran los mejores. Aquello de aprenderse de carrerilla los afluentes del Ebro o repetir hasta la saciedad en voz alta la tabla de multiplicar del 9 no garantizaba la adquisición del conocimiento. Sin embargo, no es raro encontrarse con sexagenarios que te sepan decir de carrerilla la lista de los Reyes Godos, hoy absolutamente olvidados, como si ya no formaran parte de nuestra historia. Pero lo que tengo muy claro es que la solución no pasa por tener 17 sistemas educativos diferentes, cada uno arrimando el ascua a su sardina. Resulta sorprendente que, con los medios de los que disponemos en la actualidad para acercarnos a la cultura, con las facilidades que nos da internet para tener todo al alcance de un clic, en vez de avanzar, estemos retrocediendo hasta niveles casi surrealistas.
Pero mientas sigan primando los intereses políticos por encima del interés general, esto solo va a ir a peor. La culpa siempre la tendrá el otro.
Ola, ke ase.....
Y es que hemos llegado al nivel que muchos temíamos años atrás, cuando comprobábamos horrorizados como personas de generaciones posteriores a la nuestra carecían de la más mínima base en eso que se ha venido a denominar cultura general, es decir, el tener un conocimiento básico de las diferentes materias, de los diferentes campos y aspectos de la vida cotidiana que nos permitan entablar una conversación sin que nos saquen los colores. Esas generaciones han crecido, y ahora se presentan con total impunidad a las pruebas de acceso al cuerpo de maestros, lo cual sólo puede desembocar en un retroceso constante del conocimiento por parte de las generaciones venideras, hasta llegar al caos más absoluto.
Los ejemplos son de todos conocidos, ya que han sido aireados por la prensa nacional, pero no está de más recordar alguno de ellos. La mitad de los opositores desconocía los significados de los adjetivos basta y vasta y del verbo bastar. Uno de cada cuatro fue incapaz de acertar el diámetro de una circunferencia de radio 1 cm. Más del 98% fueron incapaces de enumerar las provincias que atravieran los ríos Ebro, Duero o Guadalquivir. Hubo quien incluso los hizo discurrir por Madriz (con z), quien aseguró que Soria era una comunidad autónoma o que Ciudad Real y Albacete eran provincias que formaban parte de Andalucía. Para otros, la gallina es un mamífero, escrúpulo es la salida del sol o el gavilán es un viajero (sic).
Estoy de acuerdo con que los métodos que se utilizaban en los colegios hace unas décadas no eran los mejores. Aquello de aprenderse de carrerilla los afluentes del Ebro o repetir hasta la saciedad en voz alta la tabla de multiplicar del 9 no garantizaba la adquisición del conocimiento. Sin embargo, no es raro encontrarse con sexagenarios que te sepan decir de carrerilla la lista de los Reyes Godos, hoy absolutamente olvidados, como si ya no formaran parte de nuestra historia. Pero lo que tengo muy claro es que la solución no pasa por tener 17 sistemas educativos diferentes, cada uno arrimando el ascua a su sardina. Resulta sorprendente que, con los medios de los que disponemos en la actualidad para acercarnos a la cultura, con las facilidades que nos da internet para tener todo al alcance de un clic, en vez de avanzar, estemos retrocediendo hasta niveles casi surrealistas.
Pero mientas sigan primando los intereses políticos por encima del interés general, esto solo va a ir a peor. La culpa siempre la tendrá el otro.
Ola, ke ase.....
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