Asisto atónito, en mi condición de culé, a la destrucción a nivel popular y mediático de nuestro principal rival, un club con 110 años de historia que, un portugués y sus secuaces se están cargando en un par de años. Al margen ya de rivalidades mal entendidas y de odios al eterno rival, lo que está pasando en el Real Madrid es del todo inaudito. Un club admirado en medio mundo, seguido por millones de personas en todo el planeta, de un tiempo a esta parte está consiguiendo que pierda el cariño que la gente sentía por él, a excepción de sus seguidores más acérrimos.
Y el culpable no es otro que el tipo éste que veis a la derecha. José Mário dos Santos Mourinho Félix. Mou, para los amigos. Desde su llegada al club de la Castellana, no ha hecho más que irritar a sus rivales y, lo que es peor, encolerizar a parte de los seguidores merengues. Su prepotencia, su ego y su chulería no encaja en un club admirado y querido allende los mares por su espíritu de caballerosidad y señorío, términos que hace tiempo que quedaron en desuso en el diccionario madridista.
Lo del último partido, el miércoles ante el Villarreal, debería ser la gota que colmara el vaso de cualquier presidente con dos dedos de frente. Pero claro, ahí tenemos otro nuevo problema: Florentino Pérez hace oídos sordos, y a pesar de la vergüenza a nivel mundial que supuso la actitud de jugadores y cuerpo técnico en el terreno de juego y más tarde en el túnel de vestuarios, es capaz de alinearse con ellos y negar cualquier evidencia. No solo expulsan a su preparador físico por cuarta vez esta temporada, no solo expulsan al propio Mourinho y a dos jugadores más, uno por mofarse del árbitro y otro por reiteradas faltas, no solo desprecian a la prensa, y por ende a sus seguidores, dando plantón a los medios de comunicación después del partido, sino que enciman se quejan de las decisiones de un árbitro que, si bien no tuvo una buena noche, se equivocó en más ocasiones en contra del Villarreal! Y, para rematar la faena, uno de sus jugadores, famoso por ser muy guapo, muy bueno y muy rico, según palabras propias, no paró al finalizar el partido de gritar y gesticular insinuando un robo por parte del árbitro, y otro, famoso por pisar manos de estrellas del fútbol mundial, insinuara la profesión más antigua del mundo a la madre del susodicho, mientras tanto, el títere que tiene como representante, remata la faena diciendo estupideces en el Twitter.
Mención aparte merece la antaño llamada prensa deportiva, la cual tendrá su propia entrada en estos lares uno de estos días, con forofos disfrazados de periodistas como Tomás Roncero o Siro López, capaces de negar que la nieve es blanca con tal de evitar crítica alguna al club de sus amores. Han convertido su profesión en un circo, y corren el grave peligro de que les crezcan los enanos, con un porcentaje de los aficionados cada día más molestos por sus incongruencias y sus salidas de tono. Anoche, sin ir más lejos, el colegiado sufrió un linchamiento mediático por un supuesto error gravísimo (no expulsar a un jugador con dos tarjetas amarillas), el cual no fue tal, sino una mala realización de La Sexta, el canal que emitía el partido. Por supuesto que nadie se bajó del burro cuando se demostró la verdad.
Y, a todo esto, la distancia con el Barça es ya de 6 puntos. Una distancia abismal a falta de 10 partidos por disputar, pero que ha provocado que el canguelo se apodere de la masa social y del aficionado de a pie. Y si el Madrid no gana esta liga, que nadie se lleve a engaño. No habrá sido por los árbitros ni por el tan manido villarato. No. Habrá sido por culpa de un entrenador que sobra en la supuesta mejor liga del mundo. Él, y todo su séquito. La afición del Madrid acabaría por agradecérselo.